¿Quién tiene los huesos del hombre elefante?

Roc Marciano y Alchemist presentan su álbum colaborativo, que abre la puerta hacia memorias de dolor y posibilidades de redención.

Santiago Cembrano
Lenguaje Roto

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Arte por @kitasavi

Roc Marciano es diferente. No es como tú ni como yo, ni como los demás raperos, ni como ninguna persona. Creó a Dios a su imagen y semejanza, domina todo el reino animal y el sol le baja la mirada. ¿Quién te conoce, Chuck Norris? Además, como advirtió hace unos años, tiene los restos de un gran misterio de la historia humana, perseguidos por científicos, museos y Michael Jackson: los huesos del Hombre Elefante. Así era conocido el inglés Joseph Merrick, que nació en 1862 y vivió por veintisiete años entre hospitales y circos, como resultado de su cuerpo deforme y la fascinación que generaba. No importaban su inteligencia ni su ternura ni su humanidad: con un cráneo tan enorme que para dormir debía apoyar la cabeza en las rodillas, no tenía lugar en la sociedad victoriana más allá del del fenómeno.

Roc Marciano y The Alchemist presentan la osamenta de Merrick como su nuevo álbum, The Elephant Man’s Bones. Los arquitectos de la nueva ola del rap han colaborado varias veces durante la última década, pero su disco se hizo esperar como todo lo bueno. Es una vuelta olímpica que celebra las trayectorias de ambos artistas y ratifica su alto rango, cabezas de lanza de la vanguardia subterránea. Desde el piano de un bar lóbrego, Alchemist toca baladas polvorientas, pistas esqueléticas y siniestras, ritmos rápidos como una persecución policial y esencias de blaxploitation. Roc Marci, sentado al fondo entre las sombras, rebota los fonemas para que rimen; juega con paciencia, les da la vuelta a las palabras hasta que encajan. Este es un despliegue técnico de un rimador experto y afilado, rítmicamente impecable. Su rap es imposible de contener y capaz de entrar y salir del compás a placer. “Rap like water, it’s formless”, así describe su impronta en “Zig Zag Zig”. Dos años después de Mt. Marci, la Montblanc de Roc está tan afilada como siempre en su undécimo álbum, que él describe como la unión del rap con Gil Scott-Heron.

Con tres décadas en el ruedo y un catálogo que lo sitúa en la élite de la historia del hip hop, Alchemist no vive de recuerdos del ayer. The Elephant Man’s Bones continúa con su racha colaborativa de discos potentes, como Alfredo (2020) con Freddie Gibbs, Bo Jackson (2021) con Boldy James o Continuance (2022) con Curren$y. Describir los beats como brutales, alabar su habilidad para samplear y señalar la amplitud de su rango sería llover sobre mojado. Lo que sí destaca de la etapa madura del veterano de Beverly Hills es cómo se amolda al MC y, a la vez, lo reta — un beat como “Daddy Kane” es novedad para Roc Marci — mientras que hila el proyecto con toques de fina estampa que elevan la experiencia más allá de la suma de las canciones. Escucha con atención y deleítate. Desde ALC Records no solo salen discos, sino álbumes haute couture bordados con hilos de oro.

En The Elephant Man’s Bones, Roc continúa con la exploración de la violencia, el placer y la relación entre ambas, temáticas constantes en su discografía; hey, si no está roto no lo arregles. Vive una vida llena de brazaletes Cartier, cobijas Hermès, y mujeres que se parecen a India Love; es tóxico, admite, y así lo demuestra en “Daddy Kane” cuando cuenta que si ellas quieren cenar las lleva a In-N-Out y si quieren un bebé, él solo está interesado en sus gargantas. Esta vida la tomó a la fuerza, una bala y un gramo a la vez. Como si fuera un especial de 1000 maneras de morir y él fuera el culpable de todas, detalla escenas sangrientas al estilo de la de “Rubber Hand Grip”, con un ritmo metálico y opaco: empieza con tantos disparos que parece que el tirador fuera un pulpo, continúa con un doctor que da un pronóstico negativo y termina con la idea de dejar el cuerpo en el bosque para que se pudra. Roc siempre sale indemne de estas situaciones: “We got away clean as a whistle / I walked off and whistled / Blow a kiss at your miss at the vigil, I’m a cruel individual”, presume en “Zip Guns” al ritmo del peligro que acecha.

Para ser un pimp hay que saber hablar fresco, hacer sexy un asesinato como Roc en “Quantum Leap”. En The Elephant Man’s Bones, el MC de Hempstead, Long Island, despliega sus hipérboles con humor: si Drácula lo muerde no sangra y es tan fresco que ni siquiera su mierda apesta. No se trata solo de exagerar sino de saber enlazar las rimas con referencias precisas — desde Duran Duran hasta Sam Cassell — que ensalcen sus victorias. “Inside my mind is a diamond mine / This is a homicide / Took it to trial, beat it like Amistad”, rapea en “Bubble Bath”. ¿Amistad? Ese era el nombre del barco en el que cincuenta esclavos, hombres Mende capturados al occidente de África, lograron liberarse y mataron a sus captores en el siglo XIX. Fueron llevados a juicio y, sorprendemente, absueltos. En la música de Roc Marciano ninguna palabra es casualidad, su universo y pluma se sienten infinitos.

Aunque siempre se ha jactado de estar entre los mejores, en sus últimos discos Roc Marciano les ha prestado mayor atención a su legado y el impacto de su obra. En The Elephant Man’s Bones celebra su lugar en el rap, el del rapero favorito de tu rapero favorito que se siente cómodo en el trono luego de diez temporadas, imparable como Durant, que creó un nuevo estilo y hoy es espectador de miles de copias de su esencia. Ya pasó los cuarenta, pero no da señales de animorar la marcha. Hacia el final del disco llega “Think Big”, que suena como una tarde lluviosa frente a la calma del mar en la que Roc afirma que su lapicero le dio vida eterna y así tomó su destino en sus propias manos. Y para terminar afirma no solo que él es el ingrediente que hacía falta, sino que está canalizando a B.I.G. sin un medio espiritual. Toma metafóricamente el testigo de Biggie e incluso lo convoca, su voz se escucha a lo lejos entre las gaviotas. Quizás es la forma de Roc de afirmarse como el rey de Nueva York.

Cada línea de Roc Marciano es un acertijo, pero cuando baja la guardia surgen momentos entrañables que abren la puerta y permiten atisbar la vida de la persona y no solo del personaje. Es una vida llena de dolor, como su lapicero. Cuando cae el telón, ni los culos, ni los deportivos ni los fajos lo alivian, pues todos son productos de haber monetizado sus cicatrices, como cuenta en la canción del título y “Quantum Leap”. Más vulnerable que nunca, recuerda marcas de heroína en los brazos de su padre y una sala de estar en la que nevaba. De hecho, en los márgenes de The Elephant Man’s Bones yace un relato que le da sentido a su título más allá del de rarezas místicas e impagables. Los intros y outros hablan de una curiosidad científica, de un cerebro poderoso y ovacionado, de alguien visto como un fenómeno a pesar de estar enfermo. Él es distinto, lo resalta una y otra vez. ¿Acaso Roc Marciano se identifica con Joseph Merrick? No sería el primer artista en hacerlo: Michael Jackson intentó comprar sus huesos, se veía reflejado en su historia.

La pregunta queda abierta y la relación apenas es sugerida, no confirmada. Roc comparte con Jackson y Merrick la exposición de sí mismos en escenarios y vitrinas públicas, traumas que no sanan y que son su sustento cuando los exponen, miedos de que sus sentimientos no sean tenidos en cuenta sino solo el entretenimiento que proveen, la certeza de que nadie los entiende o los conoce de verdad. Por eso también celebra todo lo que ha logrado, una vuelta olímpica no solo por el rap sino por haber sobrevivido, su búsqueda de redención. Sobre las teclas de piano y el sample vocal celestiales que dispone Alchemist en la canción del título, contempla su trayectoria maravillado. Cada obstáculo fue un escalón en su historia épica. Siempre sintió que Alá lo estaba probando, confiesa. Superó las pruebas y ahora comparte comida para el alma, música llena de afectos, frutos de su experiencia humana. Su alma brilla.

Escucha The Elephant Man’s Bones de Roc Marciano & The Alchemist

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Santiago Cembrano
Lenguaje Roto

Autor de ‘La Época del Rap de Acá’ y ‘Normas Rappa’ // Antropólogo. Escribo de rap, música y cultura.