La leyenda del monje camuflado

Camoflauge Monk, productor de Griselda Records, habla sobre los inicios del colectivo, la dominancia de su sonido en el rap contemporáneo y por qué quiere ser un líder.

Santiago Cembrano
Lenguaje Roto

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Un Ford Expedition negro rueda por una autopista de Atlanta, una de tantas, en una tarde de 2015. Westside Gunn busca trabajo, cualquiera. Lo acompaña Camoflauge Monk. De los parlantes de la camioneta brota el disco que grabaron hace unos días en el estudio del sótano de Monk: Hitler Wears Hermes 2. Ese día West ya tuvo una entrevista en una obra de construcción, pero todavía quiere aplicar a una vacante a otra empresa. Monk lo mira. Lo mira y se ríe. “Bro, estás tatuado de pies a cabeza. Eres un exconvicto. ¿Tú crees que te van a contratar? No, bro, esto es todo lo que tenemos. Tenemos que darle más duro a la música”, le dice.

“No, bro, esto es todo lo que tenemos. Tenemos que darle más duro a la música”

Ocho años después, Camoflauge Monk cuenta esta historia y vuelve a reír, esta vez con la satisfacción — y el alivio — de la misión cumplida. “Esa mierda fue muy divertida, pero, al mismo tiempo, sabíamos que debíamos hacernos cargo de la situación, ser jefes y subir al siguiente nivel. Debíamos aumentar nuestros ingresos para mejorar nuestra situación. Y lo logramos”, afirma el productor, que ha sido primordial en el ascenso de Griselda Records, el colectivo liderado por Westside Gunn, hasta la cima del rap con discos formalistas y transgresores a la vez como FLYGOD (2016) o Pray For Paris (2020). O Hitler Wears Hermes 2, que en enero de 2023 fue vendido en Discogs por 6.000 dólares, el récord de esta plataforma. Ese fue el punto de partida para Monk, que sabía que iban a ser grandes y famosos con la música que amaban, pero no tan rápido.

Camoflauge Monk, nacido en el 89, empezó como rapero. Su casa en Búfalo — donde cada mañana sonaba HNIC de Prodigy, el álbum favorito de su hermano — era su estudio y, por gracia de la hospitalidad de su madre, el de todos sus amigos. En 2013, tras la muerte de su padre, Monk decampó y llegó a Atlanta, la casa intermitente de Westside Gunn desde su adolescencia. Sabía quién era él, lo había visto hacer lo suyo en las calles de Búfalo. Impresionado por el primer Hitler Wears Hermes, por su originalidad y esencia, le propuso mantener vivo el espíritu de su ciudad juntos, aunque estuvieran 1.500 km más al sur.

Entonces la Meca Negra — como fue conocida Atlanta desde los 70 por sus oportunidades de negocios, educación y vida moderna y libre para los ciudadanos afroamericanos — era la ciudad de moda en el hip-hop gracias al trap y a figuras como Young Thug, Future y Migos. Como explica Joe Coscarelli en Rap Capital: An Atlanta Story, allí la pesadilla americana, de jóvenes negros que luchaban contra maldiciones estructurales, convivía con el sueño americano de alcanzar la riqueza a toda costa. Y como ilustra Killer Mike en The Come Up, de Jonathan Abrams, Atlanta es una ciudad en la que los afroamericanos de otras partes del país pueden asentarse para contribuir a la cultura, que es diversa y tiene un sitio para todos. Desde allí construyó su imperio Griselda, pero con un estilo sonoro que dibujaba las esquinas de Búfalo en tu corteza cerebral: rimas de muerte y lujo sobre ritmos tan polvorientos como bellos, esencia clásica de la Costa Este y arte contemporáneo, cada adlib de pólvora como una pincelada de avanzada.

Más allá de algunos intentos y proyectos incompletos, los primeros beats de Camoflauge Monk son los que aparecen Hitler Wears Hermes 2 y 3, cada uno hecho en un día, ambos publicados en 2015. Entre botellas de Cîroc, atención aguda a lo que quería Westside Gunn y quinientos beats por verano, Monk se desarrolló como productor. Con la instrumental de “City, Sos, & Me” — forjada por Daringer, el primer productor de Griselda — encontró su inspiración en ese loop diáfano y sublime. “Lo escuché y fue como Esta mierda es salvaje. Y pensé en qué podía hacer para diferenciarme de todos los demás. Decidí no ponerles baterías a mis beats. Todos los demás productores odiaban esa mierda, lo recuerdo, pero yo no quería sonar como ellos. Así creamos el sonido de Griselda con los beats sucios y mugrientos, con ese sonido jazzy. Y las baterías de Daringer eran enfermísimas, así que eso fue todo”, explica. “Solo sabía que tenía al rapero más caliente del mundo y que tenía que seguir dándole fuego. Me concentré en eso y no escuché nada de lo que hacían los demás, para que no me influenciaran. Así creé mi propio mundo”, añade. “Pray For Buffalo”, de Hall & Nash, por ejemplo, dibuja ese paisaje característico de la música de Monk con un bolero asesino: sientes el frío golpearte con clase, la amenaza inminente de un sicario elegante.

“Solo sabía que tenía al rapero más caliente del mundo y que tenía que seguir dándole fuego. Me concentré en eso y no escuché nada de lo que hacían los demás, para que no me influenciaran. Así creé mi propio mundo”

Al considerar las huellas estilísticas de Griselda, se ha propuesto ampliamente que su sonido rescata la edad dorada del rap neoyorquino de finales del siglo XX. Y sí, los diálogos y filiaciones históricos son innegables, sobre todo en cuanto Griselda retomó esa senda luego de que se hubiera diluido. Pero el suyo también es un sonido novedoso: aveces la evolución más radical implica, precisamente, mirar hacia la raíz. Camoflauge Monk no admite a artesanos del calibre de RZA, antes, ni Roc Marciano, después, como influencias en su carta de navegación. Atlanta fue para él como un búnker que, paradójicamente, le permitió retomar las raíces de su región al estar tan lejos geográficamente de ellas. Búfalo es su máxima influencia, la única que reconoce. Cada beat es un homenaje a su tierra natal: “Búfalo es sucio y polvoriento así como nuestra música es sucia y polvorienta. Pero a la vez es una ciudad hermosa. Vas a comer bien, te van a tratar bien, pero quizás no vayas a ver nada bueno, se va a poner feo. Así es como nos gusta y por eso en todos los proyectos está presente Búfalo”. Como lo indica el logo de Griselda, la clave está en el balance de lo más ruin con lo más sublime, un loop dorado sobre el que los cuerpos se desangran, un dictador sanguinario vestido de diseñador. En particular, Monk señala “Dear Winter Bloody Fiegs”, de Hitler Wears Hermes 3 — que evoca una cantina destartalada con sus cuerdas agudas — como el tema con el que él y Westside Gunn entendieron a profundidad que ese, ese y no otro, era su sonido.

“Búfalo es sucio y polvoriento así como nuestra música es sucia y polvorienta. Pero a la vez es una ciudad hermosa. Vas a comer bien, te van a tratar bien, pero quizás no vayas a ver nada bueno, se va a poner feo. Así es como nos gusta y por eso en todos los proyectos está presente Búfalo”

Mientras prende un porro de una nueva cepa que está catando por primera vez ese día, Camoflauge Monk se permite un momento de contemplación. Recuerda las batallas y los triunfos compartidos con Griselda. Recuerda cómo ha visto crecer a Westside Gunn: “Lo admiro. Lo vi jugar en ambos lados del campo y ser grande y exitoso en ambos. He estado en el fondo con él y lo vi subir hasta la cima. Él es mi Hov. Y todo pasó desde mi sótano”, confiesa con una sonrisa honesta, de las pocas que muestra durante nuestra conversación. En su memoria hay un álbum de fotos que guarda los procesos de creación de álbumes icónicos. FLYGOD, por ejemplo, un parteaguas en la trayectoria de Griselda, se hizo con atmósfera familiar en su casa de Atlanta, “mientras cocinábamos tiras de pollo, nos relájabamos, esa era la fórmula. Y luego lo volvimos a grabar en un estudio profesional para que sonara como debía sonar”, rememora. Por esa época, Monk se dedicó a acumular sonidos; sin pensar en beats, solo buscaba sonidos que se acoplaran al ambiente de Griselda. En la colección de vinilos que le dejó su padre encontró el sample de “Vivian At The Art Basel”. “Eran sonidos que se salían de los esquemas. Y yo escuchaba cómo podían ser loops, aunque seguro la mayoría de gente no. El de ‘Vivian’ hizo click”, cuenta. Este temazo de FLYGOD, con su aura jazzera y heterodoxa, captura no solo la huella de Gunn sino el estilo de Monk y su tradición musical. Después de todo, su tío era Paul Gresham, saxofonista de jazz.

A medida que el perfil de Griselda se elevó, Camoflauge Monk amplió su radio y empezó a trabajar por fuera del colectivo. De los primeros que lo convocaron fueron Tha God Fahim, que era barbero donde se motilaba Westside Gunn, y Mach-Hommy, ambos estandartes del rap subterráneo actual. Cuando escuchó Shadows of Nazareth supo que debían trabajar; que fueran los más jóvenes de ambos parches intensificó su conexión. Así surgió Blvk Pearl, su primera colaboración y la primera vez que alguien que no fuera Gunn rapeara sus beats. Por esa época, Mach-Hommy era el camarógrafo que documentaba lo que pasaba en Griselda. Un día le mostró su música, guardada en su iPhone, a Monk y le voló la cabeza. “Fue como Esta mierda es putamente ridícula, una locura. Todo el mundo tiene que escuchar esto. Ver lo que ellos han creado con Dump Gawd es hermoso, ver cómo ha evolucionado. Es bueno estar con genios creativos. Vengo de esa estirpe, genios creativos que hacen que suceda lo que quieren que suceda”, dice.

“Es bueno estar con genios creativos. Vengo de esa estirpe, genios creativos que hacen que suceda lo que quieren que suceda”

Con Mach-Hommy y su álbum Pray For Haiti, grabado en Puerto Rico, Monk vivió uno de los procesos más bonitos de los que ha hecho parte, aun si, señala, todavía no le han pagado por su trabajo. Tras la ruptura de Griselda y Dump Gawd, en 2021 Westside Gunn produjo esta joya para Mach, el mejor disco de ese año y una reunión de viejos socios. “Fue hermoso. Teníamos una casa en la playa y puse mi estudio en una ventana, frente al océano, pero ni siquiera lo toqué hasta el último día. No quería salir de la casa, ahí tenía toda mi inspiración para crear, además que allá también hice THE LIZ 2 (de Armani Caesar). Aparte de la música, fue hermoso para nosotros estar juntos de nuevo. El mundo necesita mierdas así. Es todo amor con ellos, lo seguirá siendo. Cuantos más seamos, más podemos dominar esto. Pray For Haiti merecía un Grammy”, dice. Su relación con Mach-Hommy — del que destaca los sentimientos que transmite con su voz y su amplio rango — ha sido una de las más fructíferas de su catálogo; “Brand Finale”, del Dollar Menu 2, está entre mis favoritas de esa fuente por su nostalgia digna de una puesta de sol. Se conocen tan bien que, según desde qué correo reciba los beats, Mach-Hommy sabe cuál es la actitud requerida: una cosa es finessethegoofy y otra camoflaugemonk. Aunque le pregunto, Monk no explica la diferencia entre ambas.

Dos lecciones fundamentales son las que Camoflauge Monk destaca de esos primeros años con Westside Gunn en el estudio, cogiendo impulso para la maratón que venía: que menos es más y que no hay que arreglar lo que no está roto. No había necesidad, pues, de añadirle baterías ni condimentos adicionales a una base que, en su sencillez, emanaba pasión. Ahora que el drumless se ha vuelto tan popular, considera cómo lo pulió y afinó hace una década. “Creo que, al inicio, ese sonido confundía incluso a Daringer. Pero funcionaba, nada más importaba. Con ese minimalismo de nuestros proyectos, hasta la persona más tonta los podría entender. Sin ofender a nadie, pero eso quería generar, porque si la gente no lo comprende durante los primeros segundos, pasa de largo, y no queríamos eso. Era un sonido crudo, pero West me la puso fácil. No tuve que pasar por distintos estilos y artistas. Desde el principio tuve una dirección y, en este juego, todo se trata de la dirección. Eso me facilitó poder abrir este camino, que miles de artistas han recorrido para crear”.

“Desde el principio tuve una dirección y, en este juego, todo se trata de la dirección. Eso me facilitó poder abrir este camino, que miles de artistas han recorrido para crear”

Con esa misma seguridad Griselda recorrió las aguas de los sellos disqueros, como Shady Records, que llegaron luego de FLYGOD. La clave, explica Monk, fue ponerse en una posición en la que no podían ser controlados para poder seguir haciendo lo que querían, como querían. Alumno atento, observó a West y aplicó las lecciones a su propia carrera. Con álbumes como Pushing Buttons (2022), Be Careful Who You Sleep On (2021) y Last Real Nigguh 2 (2019) se ha adentrado en el negocio de los vinilos limitados que hacen salivar a coleccionistas serios en todos los continentes. Y para hacerlos y satisfacer la demanda de los MCs que lo rodean necesita toneladas de pistas — que, por cierto, tienen cada vez menos samples, un nuevo nivel que quiere desbloquear en su carrera. Cuando hace una no la nombra, sino que le pone un número. Cuando llega hasta el 500 o 600, vuelve a empezar. Para sus álbumes, todo empieza por lo visual: una idea de la portada lo ilumina y empieza el partido. Sus discos de cabecera como The Blueprint o Mm.. Food son una guía que le indican cómo secuenciar los suyos, por eso se fija en el orden de BPM del tracklist, para imitarla y lograr transmitir esas emociones que lo sacuden a él.

Junto con Conductor Williams y Denny Laflare, Camoflauge Monk hace parte de The Heartbreakers, un trío de producción creado por Westside Gunn que se encargó de todo el lado A de Hitler Wears Hermes 8 (2021), una de las entradas más interesantes de la saga y un nuevo nivel para Monk. “Ellos dos me impulsan. Yo amo hacer música más que producir, pero ellos aman la producción. El sonido de Griselda era de loops polvorientos, pero gracias a ellos ahora también tenemos ritmo, melodía. Estamos creando mierda que se le queda pegada a la gente, mierda que durará para siempre. La producción de The Heartbreakers es legendaria porque cada uno tiene su propio sonido; tenemos distintas cámaras, es como Wu-Tang. Hitler 8 fue como cumplir la mayoría de edad”, sentencia. Con este disco vino su primer tour completo con Griselda, que lo dejó lleno de experiencias que luego plasmará en beats. Y con esos beats tal vez haga un disco en tres horas. Lo dice y guarda silencio por un momento, luego lo reafirma: “¿Por qué no? A veces necesitas más beats, pero a veces lo primero que escuchas es lo que buscabas. Es así de raro”.

Además de música con Vic Spencer, Mickey Diamond, Clovis, Sauce Heist, Al Divino y Fly Anakin, lo que viene para Camoflauge Monk es ponerle la cereza al pastel y apoyar a las generaciones que están abriéndose camino en el rap en el 2023. Hubo momentos en los que la mitad de lo que ha logrado hoy era su máximo sueño, por lo que sabe que los que vienen detrás también pueden alcanzar sus metas. La nueva generación de Griselda Records, encabezada por rimadores como Rome Streetz, Armani Caesar y Stove God Cooks, trae esa misma hambre con la que Westside Gunn, Conway y Benny se tragaban beats a dentelladas hace un tiempo; Monk quiere construir un nuevo imperio con ellos, eso es lo que hacen los líderes.

Liderazgo. Es una noción a la que vuelve con frecuencia durante esta entrevista. La menciona con sus proyectos futuros, y no solo con los suyos. Al ampliar el foco y pensar en el panorama general, le gustaría recuperar esa sustancia que había hace un lustro: “El hip-hop underground de 2017 o 2018 nacía sin filtro, era genuino. Quiero retomar ese sentimiento, salir de tanto teatro y simplemente hacer buena música con buenos artistas, llevar a esos artistas hasta la cima. Hay una nueva generación que se alimentó de lo que creamos, debemos ser sus maestros”, afirma. Eso sí, todavía hay leyendas con las que le gustaría trabajar: Grand Puba, Busta Rhymes, Saigon, Roc Marciano. Le duele no haberle hecho un disco a Sean Price. Finalmente, luego de que Tyler The Creator (en la calma azul de “327”) y Kodak Black se montaran en sus beats, quiere seguir trayendo a estrellas de ese calibre a su mundo.

“Hay una nueva generación que se alimentó de lo que creamos, debemos ser sus maestros”

Camoflauge Monk ha perdido la cuenta de las noches sin dormir, de las fechas especiales en las que estuvo lejos de su familia, de las horas interminables atrapado en el tráfico de Atlanta persiguiendo una oportunidad efímera. Hoy se enorgullece de cómo el sonido de Griselda se ha infiltrado por todas las rendijas hasta volverse una tendencia en sí misma, aun si a veces no recibe el crédito que merece; sabe que es normal que se olvide quién construyó las mansiones que luego son admiradas.

Al final, todo se remite a Búfalo: “El área en que crecimos, cómo nos trataban de niños, la tela de la que estamos cortados, la gente de la que nos rodeamos en Búfalo, la gente que Búfalo crea. Las cuatro derrotas del Súper Bowl son importantes, tener un equipo de NBA y perderlo es importante, todo eso importa. Somos una de las ciudades con más asesinatos y en Nueva York piensan que vivimos en granjas con vacas y pollos, no saben que somos la segunda ciudad del estado. Hay cosas que pasan en Búfalo que no vas a encontrar en ningún otro lado. El secreto de Griselda es Búfalo”.

“El secreto de Griselda es Búfalo”

Escucha aquí Pushing Buttons, el último álbum de Camoflauge Monk.

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Santiago Cembrano
Lenguaje Roto

Autor de ‘La Época del Rap de Acá’ y ‘Normas Rappa’ // Antropólogo. Escribo de rap, música y cultura.