El universo propio de BBO

Hoke y Louis Amoeba presentan su esperado álbum y nosotros lo analizamos desde distintos ángulos

Santiago Cembrano
Lenguaje Roto

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Tras una larga espera — que se sintió más larga por las expectativas que cargaba— el álbum de Hoke & Louis Amoeba está al aire. BBO ha sido recibido, en términos generales, con una ovación de pie por parte del rap español. Para Hoke, es un debut especial que lo confirma como una pluma de cuidado con una visión única, tanto en el cómo como en el qué; para Lucho, es la consolidación de lo que ya se sabía con Last 2 People on Earth: es uno de los productores más interesantes y refrescantes del panorama. Para ambos es un discazo, una carrera contrareloj que satisface la vanguardia y los códigos clásicos. Música bien hecha, vamos.

Los más valientes lo han llamado clásico instantáneo y parte del Mt. Rapmore. Otros lo coronaron ya como disco del año del rap en español. Si no has querido ir tan lejos seguro has dicho “¡qué guapo!”. Nosotros —periodistas y escritores de Argentina, Ecuador, Colombia y España — quisimos reflexionar sobre BBO desde distintos ángulos para sumarnos a la conversación. Nos tomamos nuestro tiempo, porque si hay un disco que amerite paciencia y varias escuchas es este. Pero no podíamos quedarnos sin decir nada, porque si hay un disco que merezca reflexión y análisis, es BBO. Acá van nuestros ensayos.

BBO es para los niños que van de mayores — Daniel Caballero

“BBO es para los niños que van de mayores”. En esta frase, dentro de estas nueve palabras, se concentra el jugo temático del álbum; el telón de fondo desde el que ambos han construido una obra prodigiosa; el paisaje donde encajan como guantes todas las balas que salen de la boca de Hoke y todos los sonidos que salen del ordenador de Louis Amoeba. ¿Y cuál es ese telón de fondo? Los tentáculos opresores del sistema, que asfixian y tensionan a los jóvenes, conduciéndolos a una vida a contrarreloj por su supervivencia y forzándolos a crecer cuando todavía no toca.

Siguiendo con la alegoría olímpica y deportiva que late durante todo el álbum: correr para sobrevivir, hasta quedar exhausto, en la maratón permanente que es la vida. Ese es uno de los puntales de este proyecto. No hay descanso, el tiempo desde que nacemos es una cuenta atrás. Escribo esto y ha pasado un segundo que ya jamás podrá recuperarse, y tú pierdes otro segundo leyendo esto, y pasa otro segundo, y otro, y otro más que nunca volverá. “Día tres, tiene que llegar a más, tiene que llegar al mes, tiene que llegar a tiempo, no hay tiempo, llega la factura del gas”, canta en “Chorbo Real”. El tiempo se escapa y va desvaneciéndose entre los dedos como un puñado de arena. “Ya no lloro nunca porque el tiempo me falta, son ateos rezando pa’ que no llegue la carta”, expresa en “Five O”.

La música de Hoke en general, y este trabajo en concreto, es música con una negrura brillante, lúcida. Es música para ponerse la capucha. Cuando el alma está en crisis, en casa o en los callejones, da igual. BBO es música para buscavidas, y no hablo necesariamente de tener que vender droga. Es un retrato de lo que siente alguien con las dificultades que invaden nuestro tiempo, y de cómo la chavalería se siente agonizada por este sistema y sus violentas consecuencias. Por eso tantas personas han conectado con él. “Estoy solo en esto, siempre que me acuesto tengo a lot of questions, en el polo opuesto con un polo puesto […] mucho cardio ¿no me viste?, desamparados por la virgen”, rapea en “Desamparados”.

En BBO no existe final, lo que se supone que era la meta, no es más que el punto de partida hacia una nueva carrera contra la vida. Un bucle donde todo empieza otra vez: siempre surgen nuevos problemas y nuevas preocupaciones. Este ciclo se refleja en que el disco termina con el mismo soniquete de interferencia con el que empezó y viceversa. “La línea de meta es la de salida”, rapea en “Automático”. Pese a todo, una carrera en la que Hoke y Lucho se llevan el oro, claro.

El universo de Hoke y Lucho — Santiago Cembrano

“Yo trato de no ser nadie, es la única manera”, sentencia Hoke al final de “TT”. Camina por Valencia pendiente de que el horizonte no se alumbre de rojo y azul, mirando al suelo, callado y aparte. Y aunque pase desapercibido en las esquinas de Patraix, con BBO el Olímpico se hace merecedor de una medalla difícil de conseguir en el rap: debutar como un autor formado, con un mundo y una personalidad propios, algo por decir y una manera de decirlo. Definitivamente es alguien.

En BBO, los barrio valencianos son la sede de las Olimpiadas. Esto es puro atletismo: los niños que van de mayores corren, se pasan el testigo, esquivan obstáculos, dan grandes saltos, lanzan balas y levantan peso. Es una vida de juego y se juegan la vida. A menudo opaco, envuelto entre el humo de cepas marroquíes o californianas, Hoke es diáfano cuando se trata de enfatizar los puntos importantes de su cosmovisión: abundan Polo, el dry sift, los muros pintados, la omertá y buscarse la vida. A veces repite ideas, incluso en la misma canción, como cuando le das otra vuelta a la pista y el final se vuelve el inicio. A veces repite ideas, como que busca tranquilidad mientras la muerte acecha.

BBO empieza y termina con la misma distorsión con la que acaba Last 2 People on Earth. Es la huella de productor de Louis Amoeba, que con ambos proyectos logra un back to back tan potente como el de Benny y Stove. Su sonido es distintivo y muy suyo: las pistas se desarrollan progresivamente entre bajos tan gordos que se distorsionan y retumban, 808s que te impulsan y te persiguen, guitarras llorosas y voces que susurran secretos. No sé si BBO es enorme o minimalista, si electrónico con toques análogos o al revés. Seguro a Louis Amoeba le gusta que me enrede al describirlo. Su música siempre está en movimiento, respirando, viva.

BBO es rap original que expande el panorama y lo reta. Lo hace a partir de una historia de rap valeciano a la que le rinde homenaje, artistas como Ébano, ChicoEs3, Fill Black y N. Bajozero. El universo que construyen Hoke y Louis Amoeba es tan grande y tan pequeño como su ciudad. El mundo es un barrio y ellos narran el suyo con la jerga local. Desde el sur de Valencia nos guían por sus pasos, por San Agustín y Jesús hasta llegar al centro o al Mestalla. Su relación con la ciudad es conflictiva y el disco se siente como una bocanada de aire fresco que le hace frente a una patria asfixiante. Quizás odian Valencia, pero con un álbum como BBO la representan. Luego vuelven a camuflarse, vestidos de negro, a la vuelta de la esquina. Vuelven a no ser nadie en su territorio.

Louis Amoeba, consagración de un sonido propio — Julia Álvarez

Hay pocos retos más difíciles en la música que conseguir un sonido propio que te identifique. La sensación de dar play a una canción y en tan solo unos segundos reconocer la esencia del artista que está tras ella es una de esas cosas que, en los tiempos que corren, ocurren solo de vez en cuando. De ahí que cuando se publican trabajos como BBO uno sienta la necesidad de agradecer la personalidad implícita en la obra a través de una firma que la distingue y que nace fruto de esa valentía de la que hacen gala los artistas más interesantes, esos que llevan por bandera el atreverse a sonar diferente.

Lo de Amoeba es una carrera de fondo y velocidad al mismo tiempo. Como productor ha conseguido consagrar su firma con dos trabajos que, de manera unánime, la gente aupó automáticamente al olimpo de los mejores discos del año. En Last 2 People On Earth Louis Amoeba comenzaba un trayecto de constancia, talento, actitud y ambición que ha visto su consagración en BBO, un disco que, como ocurriera con el primero, está llamado a marcar camino.

El equilibro que desprende el trabajo, la variedad de sonidos que invitan en numeroso momentos a detenerte a escuchar de manera activa, la creatividad alejada de toda norma o esa exigencia para presentarse ante el público que tanto ha retrasado la salida del disco son solo algunas de las claves para entender la importancia de la figura de Amoeba. Es un productor que nos ha puesto ante un sonido de ayer y de hoy que no suena ni a antes ni a ahora. Es ahí precisamente donde reside una de las claves que nos ha enamorado a tantos.

En Amoeba se intuye una tremenda psicología a la hora de trabajar. Sabe rodearse de personas que alimenten los proyectos en los que anda inmerso, de artistas competitivos de los que acaba sacando lo mejor. Por eso hay toques de Hoke que suenen muy Amoeba. La química surge del mano a mano con el artista, lo que ha elevado el nivel fomentando una sana competencia que ha puesto a mucha gente del panorama a producir con ganas, a escribir dando lo mejor de sí mismos. Estamos ante un disco que, como ya ocurriera con el de Ébano, ha vuelto a poner en un primer plano la figura del productor. Hoy muchos aspiran a ser tan buenos como Hoke pero también como Louis Amoeba, y eso es por sí mismo una batalla ganada.

El panorama entero sigue aplaudiendo la valentía de Louis Amoeba a la hora de buscar un sonido propio que, paradójicamente, muchos reconocemos ahora como muy nuestro. Interiorizar este disco de manera tan personal ha sido sencillo, nos lo han puesto bien fácil. Y eso que es tan solo la carta de presentación de una relación que, esperemos, siga escribiendo muchos capítulos.

La química de BBO — Flor Viva

BBO es el excelente resultado de una reacción química muy equilibrada entre las esencias de Louis Amoeba y de Hoke, que con sus huellas digitales singulares en el mundo del rap nos han regalado un trabajo de abundante pulcritud y que exhibe un afianzamiento en la búsqueda de un concepto redondo.

El laboratorio que parió a BBO no está a puertas abiertas, pero eso tampoco es algo que precisemos si prestamos atención al recorrido y las postas de ambos artistas a la hora de comprender la serie de elementos que van conjugándose para generar esta casi media hora de rap. Un liricismo afilado propiedad indiscutida de Hoke, que es muy fresco en sus referencias, muy claro en su objetivo y muy contundente en su vanguardia. La huella digital de Amoeba, por otra parte, está alimentada por un transparente conocimiento y una admiración por muchos caminos sinuosos del hip hop internacional, elevando a una dimensión particular y personal las influencias cosechadas tras años de exploración y un norte muy marcado al momento de construir su perfil.

Con pizcas de colaboraciones con artistas de gran talla musical como Ergo Pro, Ill Pekeño, Ébano y Cruz Cafuné, la complementariedad entre productor y rapero no tiene desperdicio alguno, usando, pero no abusando de sus capacidades y de sus paladares sonoros y poéticos. El tratamiento de un concepto abierto pero que logra cerrarse a lo largo de los once tracks que componen BBO es impoluto, con un embrague permanentemente activo, que nos regula placenteramente a la hora de viajar por la lista de temas.

Sus estilos particulares se ensamblan pulcramente, exacerbándose entre sí sus mejores virtudes, entre las cuales hallamos una potente originalidad y una exploración de una fuente de creatividad que no deja de disparar nuevas balas de plata por parte de ambos.

El argot de BBO — Agustín Wicki

Entre las tres letras de BBO hay cinco anillos, que no son los de Kobe Bryant ni los de Miyamoto Musashi, son los de América, África, Asia, Europa y Oceanía. Anillos olímpicos. Para entender las referencias del álbum se pueden tomar cinco placeres de Hoke: rap, marihuana, ropa, graffiti y deporte; se pueden ver a través de cinco lentes: Valencia, hustle, religión, diseño y perfeccionismo.

Este escenario semántico es tratado con un cuidado obsesivo y es ineludible desde el título, la portada, las visuales, detalles aledaños y cada track. La inspiración de los Juegos Olímpicos no extraña, Hoke es diseñador gráfico y el maravilloso universo de afiches olímpicos es fetiche e inspiración para el rubro.

Igual que otros rappers-designers, acá hay una relación estrecha con el graffiti. No son gratuitas las referencias a acrílicos, fibrones Edding y el shotout para los writers (“Ponen mi nombre en un vagón, eso me honra”). También desde el mismo lente se puede llegar al cannabis: Hoke rima con tantas cepas que le podrían dar un título de sommelier. A la vez usa tantas referencias adyacentes a la cultura lo-life que lo podríamos condecorar de estilista. Todo esto funciona sobre la óptica perfeccionista del autor: nada es gratuito, nada sobra.

Valencia como villa olímpica está presente hasta para quienes nunca estuvimos ni cerca de la ciudad. Hay referencias a Patraix, Ciutat Jardí y Gran Vía, pero lo principal es la intención de representarla y ponerla en lo alto. Hay guiños a OGs de la región, como el sample de Bajozero Che sobre el final del disco, varias citas y doble feat de Ébano, el número 1 indiscutible del área; aunque Ill Pekeño sea de Madrid da amor a los locales Fill Black y le pide otro disco a ChicoEs3, autor de 3012, bastión del rap de allá.

El lente religioso es el más sutil, aparece de la mano de la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia y acompañan el lente más frecuente: el joseo. Valencia se torna universal porque todos los barrios son el mismo barrio y “el barrio es un monasterio, el silencio divino”. Hoke consigue contar la misma historia de siempre con los códigos de siempre y que sea apasionante como la primera vez: “Soy Jesús, a mi lado tengo dos ladrones”. El relato va de buscavidas que hacen “mucho dinero pa’ tan poco reporte” y están siempre atentos a los Five O (policía y otros cinco anillos porque el doble sentido está a punto caramelo). El marco olímpico prueba ser ideal porque BBO le habla a esos hustlers que ya no son players, son deportistas profesionales. Las barras son fibrosas: “Prendo una merca que fue de Marruecos a Cádiz como David Meca”, “Bailo en la guerra dispuesto a morir, haka maorí”, “Siempre una bola en el pie como Ronaldo el gordo”, y otras tantas que son lujos para hip hop heads y día a día para los mismos corredores.

Cómo se construye un mito — Martín Córdova

Cada año, los periodistas que colaboramos en este artículo hacemos un recopilatorio de nuestros temas y discos favoritos. Hasta ahora vamos dos. En 2021, mientras más avanzaban los meses, quedaba claro que BBO no saldría a la luz. Luego el mismo Hoke comentó que el disco saldría aproximádamente en la segunda semana de enero. Por supuesto, no pasó.

Esto devino en un chiste: “Ya sabemos cuál es el primer disco que incluiremos en la lista del próximo año”. Esta pequeña anécdota ejemplifica a la perfección la misión de Hoke: hype de boca en boca.

Me falta información para saber si fue una estrategia deliberada de Hoke y Louis, o si tuvo todo que ver con problemas logísticos de coordinación, esfuerzos, financiamiento, etc. Sencillamente podría ser una mezcla muy afortunada de ambas. Lo cierto es que durante todos los meses previos a la salida del disco, había una mística que empezaba a crearse alrededor de él. Si a esto le sumamos que Hoke lo tocaba en vivo. tenemos la construcción de una narrativa hermosa: el que quiera escuchar va a tener que venir. Por supuesto, empezamos a ver los leaks en forma de videos verticales de los conciertos con el audio saturado. Sin embargo, era suficiente; había música nueva de Hoke y Louis, y, de paso, sonaba bastante bien.

La segunda parte de esta historia es probablemente la más difícil. Porque, ante una sociedad ansiosa, que vive de la inmediatez, y a la que se acostumbró al hiper-consumo, es muy fácil generar deseo. Lo que es complicado, y vaya que Hoke y Louis lo hicieron bien aquí, es estar a la altura. Y a la altura es poco. Porque BBO es probablemente de los mejores discos que ha salido del rap español en los últimos 5 años, y Hoke y Louis, junto, por ejemplo a sus compas Ergo e Ill Pekeño (también favoritos de este grupo de periodistas), son de los proyectos con más proyección y que mas emoción generan.

Ahora, la próxima parte será la que mas emocione, pero también la que mas pueda asustar. Fiel a esta sociedad ansiosa, que vive de la inmediatez, y que se acostumbró al hiper-comsumo, ya todos estamos pensando en si el próximo disco del dúo podrá superar a BBO. La respuesta, por supuesto, la sabrán Hoke y Louis, elijo creer incluso que desde ya, asi no tengan ni un demo. Por ahora, nos toca aprovechar la obra de arte que nos dieron y seguir alimentando el mito que han construido. Incluso más importante que “haber estado a la altura” de lo que prometieron, Louis y Hoke hicieron lo opuesto a lo que todos hacen: no vendieron humo.

Escucha BBO de Hoke & Louis Amoeba acá:

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Santiago Cembrano
Lenguaje Roto

Autor de ‘La Época del Rap de Acá’ y ‘Normas Rappa’ // Antropólogo. Escribo de rap, música y cultura.